I SEMANA
Lunes: ¿DÓNDE PONEMOS EL CORAZÓN?
¡Buenos días! Hay una pregunta
fundamental que nos hace Jesús: ¿Qué buscamos en nuestra vida? ¿Cuál es nuestro
objetivo? ¿Dónde ponemos el corazón?
De la respuesta dependerá el éxito o
el fracaso final de nuestra existencia. La orientación que damos a nuestra vida
es más determinante que las circunstancias económicas, sociales o familiares
que podemos encontrar.
Jesús nos cierra la puerta para
declinar nuestra responsabilidad en Dios, en los otros, en las circunstancias
externas. Somos dueños de nosotros mismos. Y renunciar a ello es encaminarnos
al fracaso.
La clave de nuestro éxito está en una
palabra tan sencilla como es la sinceridad. En ocasiones nos traerá disgustos.
Al final descubriremos que es lo único que nos puede hacer felices.
Martes: CURRICULUM VITAE
¡Buenos
días! ¿Qué es lo importante en la vida? ¿Buena presencia? ¿Títulos? ¿Prácticas
en el extranjero? ¿Referencias? ¿Idiomas? ¿Un máster? ¿Ser joven? Cualquiera
que haya tenido que buscar trabajo sabe que eso, al menos en el ámbito laboral,
importa. Pero si uno se pregunta qué
debería tener el currículum vital a la hora de la verdad, la respuesta
seguramente será distinta.
Si
pensamos, no en el trabajo, sino en pasar bien por el mundo y por la historia
de los tuyos, entonces en el curriculum
vitae no deberían faltar muchos nombres, alguna lágrima, meteduras de pata
garrafales, pero seguramente también aciertos. Historias de amor, real,
aterrizado. Preguntas de esas que te quitan el sueño. El magisterio que da el
tiempo, que nos ayuda a madurar, a aceptar lo limitado, a reconocer lo frágil,
y a reírnos de lo pomposo…
Miércoles: MIÉRCOLES DE CENIZA
¡Buenos días! Caen las máscaras del carnaval y la
ciudad vuelve a su rutina. El carnaval da paso a la cuaresma. Y es hoy justo,
cuando comienza.
Hoy es miércoles al que los cristianos llaman de
“ceniza”. El viejo rito de la ceniza nos recuerda esa otra cara de nuestra
realidad, precaria y fugaz. Nos invita a no enmascararla. ¿Podemos asumir,
podemos mirar de frente lo que en nuestras vidas se quema y lo que el tiempo y
la lucha diaria reducen a polvo?
La ceniza de hoy es signo de un fuego. Quemamos lo
viejo para ir descubriendo la vida nueva. Asumimos con osada sencillez nuestra
pobreza, y hasta aquello que se nos ha vuelto gris y acabado, y lo abrimos a
Dios, porque Él sabrá hacer de ello suelo fértil donde crece semilla nueva.
La ceniza de hoy sabe a fuerzas y tiempos
compartidos, gastados en amor. Su huella en nuestras cabezas nos anima a
“quemar las naves” siguiendo al Maestro, a no dejar que nuestra madera de
seguidores se apolille o pudra. Vale la pena gastarla en dar luz y calor. Donde
hoy se esparce humildemente esta ceniza un día estará el nombre nuevo que Dios
pronuncie sobre cada hombre y mujer, la clave de una vida tocada por su amor.
La ceniza de hoy nos invita a renacer desde dentro. Feliz tiempo de Cuaresma.
Jueves: NO ESPERES…
¡Buenos días! No esperes una sonrisa para ser gentil... No
esperes ser amado para amar...
No esperes estar solo para reconocer el inmenso valor de un
amigo...
No esperes el luto del mañana para reconocer la importancia
de quienes están hoy en tu vida...
No esperes tener el mejor de los empleos para ponerte a
trabajar...
No esperes la nostalgia del otoño para recordar un consejo...
No esperes la enfermedad para reconocer que tan frágil es la
vida...
No esperes a la persona perfecta para entonces enamorarte...
No esperes el dolor para pedir perdón...
No esperes la separación para buscar la
reconciliación...
No esperes elogios para creer en ti mismo...
No esperes que los demás tomen la iniciativa, cuando sabes
que tu mueres de ganas de un abrazo,...
Viernes:
¿EN QUÉ CREES?
¡Buenos
días! ¿En qué creo? A veces no lo sé. Es
fácil creer en la riqueza (pues, efectivamente, abre muchas puertas), en la
belleza (tantas otras), en el éxito, la inteligencia, el aplauso, la oratoria
brillante, las propias fuerzas, el trabajo bien hecho, la eficacia, la
utilidad, el placer, el talento o la genialidad… Pero no basta.
Creer en el evangelio es darle la
vuelta a las categorías habituales. Creer en la debilidad que se hace
fuerte, en la derrota que no tiene la última palabra, en el amor que va más
allá de la eficacia y la utilidad, en la palabra que, sin adornos, habla
verdad. Es creer en un Dios que entrega su vida por mí. Y en una humanidad
amable. Y eso no es fácil.