II SEMANA
Lunes: EL ÚLTIMO MENSAJE
¡Buenos días!
He tenido una vida dichosa y deseo que
todos vosotros tengáis también vidas muy dichosas.
Tengo
para mí que Dios nos ha puesto en este mundo encantador para que seamos felices
y gocemos de la vida. Pero la felicidad no proviene de la riqueza, ni de tener
éxito en la carrera simplemente, ni de darse gusto uno a sí mismo. Un paso hacia la felicidad es hacerse uno sano
y fuerte cuando niño, para poder ser útil y así poder gozar de la vida cuando
se es hombre.
El
estudio de la naturaleza os enseñará cómo ha llenado Dios de cosas bellas y
maravillosas este mundo para que las podáis gozar.
Estad
satisfechos con lo que os haya tocado y sacad de ello el mejor partido que
podáis.
Ved
siempre el lado bueno de las cosas y no el malo. Pero la verdadera manera de
obtener la felicidad es haciendo felices a los demás. Tratad de dejar este
mundo en mejores condiciones de como lo encontrasteis.
De
esta manera, cuando os llegue la hora de morir, podréis hacerlo felices porque,
por lo menos, no perdisteis el tiempo e invertisteis cuanto os fue posible por
hacer el bien. Estad listos en esa forma para gozar de una vida feliz
¡Buenos días! ¡Buenos días! Cierta vez un niño visitó una pequeña pero
hermosa casa en un tranquilo barrio. La casa era de dos pisos, con alfombras en
los cuartos, paredes blancas y una gran ventana con vista al jardín. Le
encantó aquel lugar y en su corazón pidió a Dios tener
una casa así al crecer, para poder ver crecer a sus hijos. El tiempo pasó y
aquel niño creció y como es costumbre, olvidó esa y muchas otras
peticiones que se hacen a Dios cuando se es niño.
Estudió, se graduó como profesional y se casó.
Una noche clara de verano mientras su esposa dormía tranquilamente en su primer mes de embarazo, tomó la Biblia y leyó el Salmo 37:4 que dice: "Deléitate en el Señor, y Él te concederá los deseos más profundos de tu corazón". Por un momento se detuvo a pensar y meditaba mientras caminaba por la alfombra del cuarto, entonces bajó al primer piso de su casa. Al llegar abajo cayó de rodillas, y rodeado de paredes blancas, en medio de la quietud de aquel barrio, mientras miraba por la ventana grande que daba al jardín... agradeció en medio de lágrimas a Dios diciendo: "Gracias Señor, pues eres fiel en todo y cumples aún aquello que yo mismo había olvidado...".
Miércoles:
¡Buenos días! Un
amigo le preguntó a Samuel B. Morse, el inventor del telégrafo: “¿Qué hacías en
los momentos de dificultad?”
Le
contestó el inventor con toda sencillez:
“Te
voy a responder en confianza, pues es algo que nunca he revelado en público.
Cuando no sabía qué camino tomar, me ponía de rodillas y le pedía a Dios luz y
conocimiento”.
“¿Y
le venía la luz y el conocimiento?”, le preguntó el amigo.
-
Sí – declaró Morse. Y tengo que decirte que cuando me llegaron honores y
alabanzas a cuenta del invento que lleva mi nombre, nunca creí que me las
merecía. He dado una aplicación valiosa
de la electricidad, no porque yo fuera superior a otros hombres, sino
únicamente porque Dios, que quería concedérsela a la humanidad, tenía que
descubrírsela a alguien, y le pareció bien descubrírmela a mí”.
ORACIÓN: Señor, desde el silencio de este día que nace, vengo a pedirte paz, sabiduría y fortaleza. Quiero mirar hoy el mundo con unos ojos llenos de amor; quiero ser paciente, comprensivo y amable. Amén.
Jueves: SIEMPRE SUMAR
¡Buenos días!
Siempre se ha dicho que “la unión hace
la fuerza” y que cuando todos tiran del mismo carro y en la misma
dirección el trabajo se hace más llevadero. Estamos en las últimas horas del
curso y sé que la cabeza está pensando en los últimos exámenes que posiblemente
quedan.
A
pesar de todo, me atrevo a proponerte un minuto de silencio, en el que de una
manera rápida, seas capaz de pasar delante de ti los muchos acontecimientos que
a lo largo del curso se han ido sucediendo.
Desde
el lejano Septiembre, con el inicio del curso; Octubre, con la celebración del
Domund; Noviembre con los primeros exámenes, Diciembre con la fiesta de
Viernes: EL INVENTARIO DE LAS COSAS PERDIDAS
¡Buenos días!
A mi abuelo aquel día lo vi distinto. Tenía la mirada enfocada en lo distante.
Casi ausente. Pienso ahora que tal vez presentía que era el último día de su
vida.
Me
aproximé y le dije: "¡Buenos días, abuelo!". Y él extendió su mano en
silencio. Me senté junto a su sillón y después de unos instantes un tanto
misteriosos, exclamó: "¡Hoy es día de inventario, hijo!".
"¿Inventario?", pregunté sorprendido.
"Sí.
¡El inventario de tantas cosas perdidas! Siempre tuve deseos de hacer muchas
cosas que luego nunca hice, por no tener la voluntad suficiente para
sobreponerme a mi pereza.
Recuerdo
también aquella chica que amé en silencio por cuatro años, hasta que un día se
marchó del pueblo sin yo saberlo. También estuve a punto de estudiar
ingeniería, pero no me atreví. Recuerdo tantos momentos en que he hecho daño a
otros por no tener el valor necesario para hablar, para decir lo que pensaba. Y
otras veces en que me faltó valentía para ser leal. Y las pocas veces que le he
dicho a tu abuela que la quiero, y la quiero con locura. ¡Tantas cosas no
concluidas, tantos amores no declarados, tantas oportunidades perdidas!".
Luego,
su mirada se hundió aun más en el vacío y se le humedecieron sus ojos, y
continuó: "Este es mi inventario de cosas perdidas, la revisión de mi
vida. A mi ya no me sirve. A ti sí. Te lo dejo como regalo para que puedas
hacer tu inventario a tiempo".
Luego,
con cierta alegría en el rostro, continuó: "¿Sabes qué he descubierto en
estos días? ¿Sabes cuál es el pecado más grave en la vida de un hombre?".
La
pregunta me sorprendió y solo atiné a decir, con inseguridad: "No lo había
pensado. Supongo que matar a otros seres humanos, odiar al prójimo y desearle
el mal...".
Me
miró con afecto y me dijo: "Pienso que el pecado más grave en la vida de
un ser humano es el pecado por omisión. Y lo más doloroso es descubrir las
cosas perdidas sin tener tiempo para encontrarlas y recuperarlas."
REFLEXIÓN: Estas semanas que vamos a disfrutar
de vacaciones, son una buena oportunidad para sacar un momento de tu tiempo y
dedicarlo a hacer con calma tu propio "inventario" de las cosas
perdidas, de las cosas no dichas, del tiempo no aprovechado, del afecto no
manifestado, etc.
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