III SEMANA
Lunes: SABER RECIBIR
¡Buenos
días! El santo Joneyed acudió a la Meca vestido de mendigo. Estando allí, vio cómo un barbero afeitaba a
un hombre rico. Al pedirle al barbero que le afeitara a él, el barbero dejó
inmediatamente al hombre rico y se puso a afeitar a Joneyed. Y al acabar no
quiso cobrarle. En realidad, lo que hizo fue darle además una limosna.
Joneyed
quedó tan impresionado que decidió dar al barbero todas las limosnas que
pudiera recoger aquel día.
Sucedió
que un acaudalado peregrino se acercó a Joneyed y le entregó una bolsa de oro.
Joneyed se fue aquella tarde a la barbería y ofreció el oró al barbero.
Pero
el barbero le gritó:
–¿Qué
clase de santo eres?
– ¿No te da vergüenza pretender pagar un servicio hecho con amor?
Reflexión: a unos les cuesta saber dar y a otros
les cuesta saber recibir… ¿cuándo fue la última vez que te permitiste recibir?
Martes: LA CRUZ
¡Buenos
días! Un joven ya no podía más con sus problemas. Cayó de rodillas, rogando:
– Señor, no puedo seguir. Mi cruz es demasiado pesada.
Al
entrar en la habitación, vio muchas cruces, algunas tan grandes que no podía
ver la parte de arriba. Después vio una pequeña cruz apoyada en un extremo de
la pared.
–
Señor, – murmuró – quiero esta que está allá – dijo señalándola -.
Miércoles: ¡SONRÍE!
¡Buenos
días! La sonrisa tiene
un efecto multiplicador en cualquier tipo de actividad que desarrollemos. Pedir
algo por favor, y acompañarlo de una sonrisa, produce un efecto muy positivo en
la otra persona. Siempre, nuestra sonrisa , debe ser natural, y nada fingida;
esta actitud positiva nos beneficia en nuestras relaciones con los demás.
La sonrisa, es la luz de nuestro rostro, la que nos abre muchas puertas, la que
genera aptitudes positivas y la que nos alisa el camino para llegar a los
demás. Incluso, la sonrisa puede mermar el efecto de algún error o equivocación
que tengamos.
"Sonríe
aunque sólo sea una sonrisa triste, porque más triste que la sonrisa triste, es
la tristeza de no saber sonreír".
Jueves: ¿DÓNDE ESTÁ DIOS?
¡Buenos días! Cierto día, iba paseando por una calle
cuando de repente vi a un niño hambriento, sucio y tiritando de frío dentro de
sus harapos. Me
encolericé y le dije a Dios:
Esperé
la respuesta, pero fue en vano.
Sin
embargo, aquella noche, cuando menos lo esperaba, Dios respondió a mis
preguntas airadas:
No busques
culpabilizar a los demás, encuentra soluciones en ti mismo.
Viernes: EL SILENCIO
¡Buenos días! No viene mal un poco de quietud. El silencio no es, sin más, el espacio donde hay ausencia de ruido. No es un ámbito de vacío o de aislamiento. En el silencio es donde aprendemos a escuchar de otra manera. Sería el mejor preámbulo de las palabras. Para saber lo que uno va a decir. Pensarlo bien. Rezar sobre la vida. En el silencio podemos descubrir muchas cosas de nosotros mismos. Y podemos aprender a escuchar a Dios. Y a entender al mundo. Y a acoger su palabra de forma que nos suene como algo nuevo, y no como la vieja cantinela a la que casi no le prestamos atención.
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