sábado, 20 de noviembre de 2021

"Una sonrisa para cada día". ESO, FPB y Bachillerato. 4ª SEMANA DE NOVIEMBRE.

 

IV SEMANA

LUNES: SABER A QUIEN PEGARSE.

¡Buenos días! Dice una fábula persa: Un día, un caminante halló un trozo de barro tan aromático, que su perfume llenaba toda la casa. -¿Qué eres tú? -le preguntó el caminante-o ¿Eres alguna gema de Samarkanda o algún extraño nardo disfrazado o alguna otra mercancía preciosa? -No. No soy más que un trozo de barro. -¿Entonces, cómo tienes este aroma maravilloso? -Amigo, te voy a revelar un secreto: he estado viviendo junto a una rosa.

MARTES: ¡QUIÉN SABE!

¡Buenos días! Hay, en China, una vieja narración taoísta acerca de un labrador de una humilde aldea. La gente le tenía por rico, porque poseía   un caballo que utilizaba para labrar la tierra y para el transporte. Un día, el caballo huyó.  Los vecinos se compadecieron del labrador por su tragedia. La respuesta del  labrador fue, simplemente, ésta: «¿Tragedia? ¡Quién sabe!» Un par de lías más tarde, volvió el caballo trayendo consigo dos caballos salvajes. os vecinos se acercaron a la casa del labrador, para felicitarle por su buena suerte. «¿Suerte? -dijo él- ¡Quién sabe!». Al día siguiente, el hijo del labrador montó en uno de los caballos salvajes que lo derribó, rompiéndose una pierna. Vinieron, de nuevo los vecinos a expresarle su pesar. Pero, con toda tranquilidad,  él respondió: «¡Quién sabe!» Una semana después, aparecieron por la aldea los militares encargados de hacer el reclutamiento de los mozos para el ejército. Rechazaron al hijo del labrador porque tenía la pierna rota. Cuando se enteraron de ello los vecinos, le dijeron al labrador que había tenido mucha suerte. También entonces les respondió: «¡Quién sabe!»

MIÉRCOLES: VENGO A TI.

¡Buenos días! Vengo a ti para que me acaricies antes de comenzar el día. Que tus ojos se posen un momento sobre mis ojos. Que acuda a mi trabajo sabiendo que me acompañas, Amigo mío. ¡Pon tu música en mí mientras atravieso el desierto del ruido! Que el destello de tu Amor bese las cumbres de mis pensamientos y se detenga en el valle de mi vida, donde madura la cosecha.

JUEVES: DIOS EN MI VIDA.

¡Buenos días! Una noche tuve un sueño: soñé que paseaba a lo largo de la playa con el Señor, y, en el cielo, se reflejaban escenas de mi vida. Por cada escena, advertí dos series de huellas en la arena. Unas eran las mías, las otras las del Señor. Cuando se reflejó, ante mí, la última escena de mi vida, miré atrás, a las huellas de la arena y noté que, muchas veces en el trayecto de mi vida, sólo había una serie de huellas y me di cuenta de que coincidían con los momentos más bajos y tristes de mi vida. Me sorprendió y fui a preguntárselo al Señor: «Señor, tú me dijiste que, si te seguía, harías tú conmigo todo el camino, pero he advertido que, en los momentos más difíciles de mi vida, sólo hay una serie de huellas. No comprendo por qué, cuando más te necesitaba, me abandonaste». El Señor me respondió: «Querido, querido hijo mío, yo te quiero y jamás, jamás te abandoné en tus momentos de prueba y sufrimiento. Cuando has visto sólo una serie de huellas, es porque, entonces, yo te llevaba en mis brazos».

 

VIERNES: DETALLES POSITIVOS.

¡Buenos días! En la clase había dos muchachos con el mismo nombre: Pedro. Uno de los Pedros, el más pequeño, tenía que ser constantemente reprendido, porque no guardaba  la disciplina exigida por la maestra y era muy poco aplicado en sus estudios. Al no lograr   controlarlo, la maestra se preguntaba a sí misma acerca de su propia aptitud para ser maestra. En la siguiente reunión de padres de alumnos, una señora de modales muy finos se presentó a sí misma como la madre de Pedro. Creyendo que se trataba de la madre del otro Pedro, que era uno de sus alumnos favoritos, la maestra hizo grandes alabanzas de éste, diciéndole que era un verdadero placer tenerlo en clase. A la mañana siguiente, Pedro, el revoltoso, llegó temprano al colegio y fue derecho a la sala de profesores, encontró a su maestra y, casi entre sollozos y le dijo: «Muchas gracias por haberle dicho a mi madre que yo era uno de sus alumnos preferidos y que era un placer tenerme en su clase. Ya sé que hasta ahora no he sido bueno, pero desde ahora lo voy a ser». La maestra se dio cuenta, enseguida, del error de identidad, pero guardó un prudente silencio. Fue hacia el muchacho  y acarició su inclinada cabeza. El pequeño Pedro cambió totalmente desde entonces y fue realmente, un placer tenerlo en clase.




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