II SEMANA
Jueves: ADVIENTO
¡Buenos días! No sé si te has
dado cuenta que el curso va avanzando y poco a poco vamos llegando a una de los
momentos del año más importante para nosotros: comenzamos a preparar de forma
especial la venida de Jesús, ya hemos empezado EL ADVIENTO.
Dicen que una vez una golondrina
llegaba tarde a la última cita del otoño. El verano se acababa, y todas sus
compañeras ya habían partido hacia países de clima más cálido. ¿Qué podía
hacer? Se echó sola al mar. El sol calentaba fuerte y no se veía ningún barco.
Después de varias horas de vuelo, perdió los ánimos y se agotó. Decidió dejarse
caer en el agua y morir, porque había llegado al límite de sus fuerzas. En ese
preciso momento vio otra golondrina que planeaba casi a ras del mar en la misma
dirección. Se alegró y haciendo un esfuerzo remontó el vuelo. Cada vez que se
sentía cansada miraba a su compañera que la seguía en todo el trayecto. Así
cada vez volaba con más fuerza. Llegó la noche y su amiga desapareció, pero la
meta estaba muy cerca y la golondrina tuvo fuerzas para continuar. Cuando
llegó, se dijo a sí misma: “¿Dónde está mi compañera de viaje? ¿O… quizás, era
solamente mi propia sombra proyectada sobre el agua del mar?” Ella misma, casi
sin saberlo, se había dado la fuerza y los ánimos que necesitaba.
Cada cual de nosotros ha de tener
en sí mismo un buen compañero de viaje, querido y valorado: Jesús que llega
esta Navidad. Llevamos dentro de nosotros la fuerza que necesitamos, como un
gran tesoro, y a veces no lo sabemos. Jesús, tú…los demás…ése es el gran
reto del Adviento.
Viernes: ATRÉVETE A CONFIAR
¡Buenos días! Dicen que una vez
un hombre era perseguido por varios malhechores que querían matarlo. El
hombre ingresó a una cueva. Los malhechores empezaron a buscarlo por las cuevas
anteriores de la que él se encontraba. Con tal desesperación elevó una
plegaria a Dios de la siguiente manera:
“Dios todopoderoso, haz que dos
ángeles bajen y tapen la entrada para que no entren a matarme”. En ese
momento escuchó a los hombres acercándose a la cueva en la que él se
encontraba, y vio que apareció una arañita. La arañita empezó a tejer una
telaraña en la entrada. El hombre volvió a elevar otra plegaria, esta vez
más angustiado:
“Señor, te pedí ángeles, no
una araña.” Y continuó: “Señor, por favor, con tu mano poderosa coloca un muro
fuerte en la entrada para que los hombres no puedan entrar a matarme”.
Abrió los ojos esperando ver el muro tapando la entrada, y observo a la
arañita tejiendo la telaraña. Estaban ya los malhechores ingresando en la
cueva anterior de la que se encontraba el hombre y éste quedó esperando su
muerte. Cuando los malhechores estuvieron frente a la cueva en la que se
encontraba el hombre ya la arañita había tapado toda la entrada, entonces se
escuchó esta conversación:
1º hombre: “Vamos, entremos a
esta cueva.”
2º hombre: “No. ¿No ves que hasta
hay telarañas?, nadie ha entrado en ésta.”
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